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Apnea del sueño en personas mayores
Cambios que el envejecimiento trae en relación con la apnea del sueño

A lo largo del proceso de envejecimiento ocurren cambios psicológicos, sociales y físicos. Entre los cambios físicos, el patrón del sueño se destaca como una de las quejas más frecuentes en los adultos mayores. Además, la vejez trae modificaciones en la arquitectura y en la calidad del sueño.

En gran parte de esta población, la eficiencia del sueño y el sueño de ondas lentas disminuyen. Los despertares después de iniciar el sueño aumentan y surgen dificultades para volver a conciliarlo. Como si no fuera suficiente, los adultos mayores tienden a despertarse más temprano, necesitan siestas breves durante el día y suelen aumentar el uso de medicación.

En conjunto, los trastornos del sueño presentan alta prevalencia en esta población, principalmente el insomnio, el síndrome de apnea del sueño y las parasomnias, como el síndrome de piernas inquietas y los movimientos periódicos de las piernas.

Prevalencia de la apnea del sueño en adultos mayores

De acuerdo con diferentes estudios, el 40% de los adultos mayores de 65 años están insatisfechos con su sueño o reportan algún trastorno relacionado. Estos problemas se asocian a peor salud física, cognitiva y emocional, reducen la calidad de vida, dificultan las funciones sociales, aumentan la depresión e, incluso, elevan el riesgo de morbilidad y mortalidad. 

Los pacientes de edad avanzada pueden mostrar una disminución de las etapas profundas N3 y REM, con un aumento en N1 y N2. 

Uno de los trastornos más prevalentes en los adultos mayores es la apnea obstructiva del sueño (SAOS), caracterizada por ronquido y episodios recurrentes de obstrucción total (apneas) o parcial (hipopneas).

Durante el sueño, los músculos de la faringe y de la lengua se relajan, al igual que el resto de la musculatura del cuerpo. Esta relajación obstruye la vía aérea superior, dificulta el flujo de aire y provoca ronquidos y pausas respiratorias. La oxigenación pulmonar y cerebral disminuye, lo que obliga al sistema nervioso central a actuar para abrir nuevamente las vías aéreas. En ese momento, la persona emite un ronquido fuerte y sufre un microdespertar que, aunque inconsciente, fragmenta el sueño. 

Quienes sufren apnea del sueño suelen presentar somnolencia diurna excesiva, sueño no reparador, falta de memoria y concentración. Además, el cuadro contribuye a la hipertensión, diabetes, arritmia, el reflujo gastroesofágico, el accidente cerebrovascular (ACV), y la reducción del rendimiento intelectual, entre otros.

Se considera patológica la ocurrencia de 30 apneas por noche. Los síntomas más frecuentes son: ronquidos intensos, respiración fragmentada, sueño agitado, somnolencia diurna excesiva y dolor de cabeza matinal. Además de la edad, la enfermedad se relaciona con obesidad, consumo excesivo de alcohol, tabaquismo y alteraciones anatómicas de las vías aéreas superiores. 

Manejo de la apnea del sueño en adultos mayores

El tratamiento debe comenzar con medidas básicas: pérdida de peso, abandono del tabaquismo y abstinencia de alcohol. Si el cuadro persiste después de corregir los factores de riesgo, se recomienda el uso de un dispositivo de presión positiva continua (CPAP), considerado el estándar de oropor sus excelentes resultados. Aunque el dispositivo es eficiente, algunos pacientes lo rechazan o lo utilizan de forma incorrecta, además de que su costo puede representar una barrera. 

El diagnóstico temprano es fundamental para prevenir complicaciones secundarias, como problemas cardíacos, depresión, ansiedad y dependencia del alcohol. 

Algunos cambios comportamentales pueden mejorar la forma general en que vemos a los adultos mayores: 

  • Limitar la ingesta de líquidos antes de dormir para reducir la frecuencia de micciones nocturnas. 
  • Evitar sustancias excitantes como cafeína o alcohol. 
  • Realizar la última comida tres o cuatro horas antes de acostarse, para completar la digestión. 
  • No realizar actividad física exhaustiva o desempeñar tareas “pesadas” antes de dormir. 
  • Tomar un baño tibio y relajante antes de acostarse a dormir. 
  • Evitar el uso de dispositivos electrónicos en la cama (televisión, celulares, etc.).
  • Mantener el dormitorio cómodo: temperatura adecuada, silencio y oscuridad. Usar almohadas y colchones apropiados.
  • Exponerse con frecuencia a la luz solar para regular el ciclo circadiano. 
  • Establecer horarios fijos para dormir y despertar, incluso los fines de semana. 
  • Evitar siestas largas después del almuerzo; en lo posible, descansar un máximo de 30 minutos. Esto ayuda a regular el reloj biológico y lo ayudará a dormir y despertarse con mayor facilidad.

En conclusión, para tener buena calidad de vida en esta etapa, el sueño resulta decisivo para mantener la armonía entre el bienestar psicológico y el funcionamiento físico. Cuando aparecen trastornos del sueño, silenciosos o evidentes, afectan la vida social, profesional y familiar. Esto puede traducirse en pérdida de empleo, ruptura de relaciones, deterioro de la salud, problemas psiquiátricos e incluso riesgo de muerte en casos graves.

¡IMPORTANTE! Solo los médicos debidamente calificados pueden diagnosticar enfermedades, indicar tratamientos y recetar medicamentos. La información disponible en este blog es solo de carácter educativo.

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